Un grupo de expertos llegó a la conclusión de que nuestro nivel de felicidad en la vida está fuertemente influido por los genes que tenemos al nacer.
Nuevos estudios de diferentes universidades, sugieren que los genes podrían controlar la mitad de los rasgos de la personalidad que nos proporcionan felicidad, mientras que la otra mitad estaría vinculada a las circunstancias, es decir, al estilo de vida, la carrera profesional, las relaciones, sexo, edad… y al llamado ejercicio de la felicidad, que es aquello que se hace para sentirse bien, implicándose en conseguir ser feliz. Con ello se aprende a estar mejor.
Pero…¿Cómo funcionan los genes de la felicidad?
Esto es lo que ha tratado de descubrir uno de los investigadores de estas universidades, que seleccionó un gen específico, el que codifica una proteína que transporta serotonina.
La serotonina está relacionada con la regulación del humor. El gen transportador de la serotonina se presenta en dos variantes: una larga, que produce más moléculas transportadoras y otra corta, que produce menos. Estableciéndose así, tres combinaciones para los participantes del estudio.
Cada participante tiene dos alelos, heredado cada uno de un progenitor, por lo que algunos contaban con dos alelos cortos, otros con dos largos y el resto con uno corto y uno largo.
A continuación se les pidió que se evaluaran a sí mismos de satisfechos a muy insatisfechos. Sorprendentemente, las personas que contaban con un alelo largo en el gen analizado eran un 8% más propensos a describirse como muy satisfechos que aquellas que no tenían ningún alelo largo; mientras que las dos alelos largos fueron un 17% más propensas.
Todo esto plantea una nueva visión sobre la felicidad, abriendo de nuevo las puertas hacia nuestra genética, y creciendo cada vez más el interés de este campo de estudio.
Cada participante tiene dos alelos, heredado cada uno de un progenitor, por lo que algunos contaban con dos alelos cortos, otros con dos largos y el resto con uno corto y uno largo.
A continuación se les pidió que se evaluaran a sí mismos de satisfechos a muy insatisfechos. Sorprendentemente, las personas que contaban con un alelo largo en el gen analizado eran un 8% más propensos a describirse como muy satisfechos que aquellas que no tenían ningún alelo largo; mientras que las dos alelos largos fueron un 17% más propensas.
Todo esto plantea una nueva visión sobre la felicidad, abriendo de nuevo las puertas hacia nuestra genética, y creciendo cada vez más el interés de este campo de estudio.
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